Un Mexicano muy Quisqueyano
Es la primera vez que llego a esta isla, Quisqueya la bella, y no hay duda alguna de que este país es especial en todos los sentidos, desde la naturaleza, las personas, las playas, pero sobre todo por su muy rica comida. Esta es una nueva aventura espiritual, profesional, y más que nada, una experiencia gastronómica totalmente novedosa que la sigo y seguiré experimentando aquí en la República Dominicana.
Cuatro meses es el tiempo que llevo en este país, en el que sigo adaptándome a la vida dominicana, para mí es una experiencia placentera, ya que desde hace muchos años quería venir a conocer esta nación, y por fin ese sueño se ha hecho realidad. De esa manera me contagió el acento caribeño y la jerga popular tradicional de las personas al hablar: ¡dímelo!, ¡qué lo qué, ¡ya tú sabe!, son algunas de las palabras que al principio eran totalmente desconocidas para mí, pero que en poco tiempo se convirtieron en un código de comunicación para dialogar con las personas. De esa forma me fue más fácil digerir el estilo de vida dominicano y además saborear los exquisitos platillos criollos, ya que al conocer la historia, sus raíces y forma de vida de los dominicanos me es posible degustar más su gastronomía, desde el tradicional arroz con habichuelas, hasta el popular pica pollo. Desde que tuve mi primera experiencia gastronómica criolla con esos platillos, les confieso que son algunas de las delicias que seducen mi paladar.
Algo que jamás podré dejar al momento de comer es acompañar mis comidas con picante, en México decimos: “un día sin picante, es como un día sin sol”, es algo especial que para mí y la mayoría de los mexicanos le imprime sabor y un sazón a los platillos, para que sepan más sabrosos y no estén tan desabridos y secos. Pero volviendo a la comida dominicana, imagínese, cómo no degustar el sancocho por su fama de revivir a las personas al día siguiente a la hora del almuerzo para curar la resaca, el maravilloso y muy tradicional mangú que es muy rico por su textura o las singulares pechurinas que acompañadas con fritos y de “cachú” son poesía para mi boca, que, por cierto, algo que al principio no conocía con exactitud, ¿qué chingados es el cachú? Me preguntaba de manera exaltada, [cabe decir que “chingados” es un término mexicano para cuestionarse algo muy sorpresivo] hasta que comprendí con absoluta sorpresa, y que realmente mis ojos no lo podían creer, que el famoso “cachú” es la salsa de tomate o la catsup como la conocemos en México.
Así siguió mi ruta gastronómica en donde me encontré más sabores, descubrí los delicados pastelitos de pollo con queso, la célebre bebida morir soñando, el dulce y fresco jugo de chinola, me encanta esta bebida en una tarde con mucho calor, también una cena de suculentas empanadas de yuca con queso y qué tal mi platillo favorito, que sin duda es ideal para picar en una tarde de domingo acompañado de los cuates y una refrescante jumbo vestida de novia, el glorioso y crujiente chicharrón servido con yuca blanda y sazonado con vinagre y limón, eso sí con mi respectiva dosis de picante. Admito que pensé que este platillo sería como en mi país, pero la diferencia está en el nombre y en la textura, ya que el chicharrón en México es la grasa de la carne y la piel de cerdo con carne o sin carne frita, ciertamente a este chicharrón le llamaríamos “carnitas”, el cual es su correcto nombre gastronómico.
En el área de repostería he probado sólo algunos postres que me han cautivado, la primera vez fue una golosina llamada “jalao”, un dulce que me aventuró a conocer a su progenitora, una simpática doñita que al pasar vendiendo en las calles contagia de positivismo por su hermosa sonrisa. Una señora que viene caminado día a día desde el barrio de La Ciénaga hasta la Zona Colonial vendiendo sus dulces, quien tiene una peculiar estrategia mercadológica en su ya famoso cántico que vocea de manera vigorosa: “Jalao con guayaba”, desde ese momento me atrapó el sabor y la variedad de esos dulces, la diversidad entre la guayaba, el coco y la piña, frutas totalmente tropicales que al fusionar su sabor te complican la vida al momento de tomar una decisión de escoger el dulce, esa fue una opción compleja, pero fácil de degustar. Pasado el tiempo también probé más postres en diversos campos del país como el suculento y frágil pan de maíz, el increíble y suave cheesecake de chinola y la habichuela con dulce, que realmente no me gustó, pues sólo estoy acostumbrado a comer la habichuela salada y eso fue un verdadero choque gastronómico y cultural sin paradas continuas que emprendí al inicio de mi estadía.
Estos son platillos y bebidas se han vuelto parte de mi esencia por lo que los seguiré descubriendo aún más, sobre todo que la gastronomía criolla es muy amplia y posee múltiples platillos.
Sin embargo, hay momentos que realmente se disfrutan más acompañados por personas especiales junto a estos platillos. Deleitarse es un placer al degustar platos con historia, cultura y tradición que representan la identidad dominicana y la existencia taína aquí en el Caribe, lo cual es de gran trascendencia para mi experiencia gastronómica y cultural.
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